URGENTE: Crece la controversia internacional en torno al liderazgo de Nayib Bukele y el rumbo de El Salvador

URGENTE: Se confirma el colapso total del gobierno de Bukele en medio de una crisis personal y política sin precedentes.

Fuentes internas del gobierno salvadoreño han confirmado el desmoronamiento de la administración del presidente Nayib Bukele. El mandatario, quien llegó al poder prometiendo una transformación histórica, enfrenta ahora un deterioro mental severo y el colapso de su proyecto político. La noticia sacude los cimientos de la nación centroamericana.

Las imágenes que circulan muestran a un Bukele visiblemente deteriorado, contrastando con la imagen carismática que lo llevó a la presidencia. Este declive sigue meses de decisiones erráticas y una paranoia creciente hacia la prensa independiente y cualquier forma de disenso.

El episodio del 9 de febrero de 2020, cuando ingresó al Congreso con militares, marcó el inicio de una deriva autoritaria. Asesores reportaron cambios preocupantes: sesiones de trabajo maratónicas, obsesión por controlar la narrativa y desconfianza patológica hacia sus colaboradores más cercanos.

La presión por mantener una popularidad excepcional, unida a las críticas internacionales por abusos de derechos humanos, creó un ambiente tóxico. Su esposa, Gabriela Rodríguez, intentó sin éxito que buscara ayuda. El líder que prometió liberar a El Salvador fue consumido por los demonios del poder absoluto.

Revelaciones sobre negociaciones secretas con pandillas, publicadas por investigaciones periodísticas, golpearon el núcleo de su narrativa. La posibilidad de que su “milagro” de seguridad se basara en pactos ocultos generó una crisis existencial profunda en el mandatario.

Su deterioro físico se hizo evidente en apariciones públicas recientes, con ojeras profundas, pérdida de peso y tics nerviosos. Médicos de palacio recomendaron tratamiento psiquiátrico, pero Bukele rechazó cualquier muestra de vulnerabilidad ante su base electoral.

Informes médicos filtrados sugieren episodios de ansiedad severa, insomnio crónico y síntomas compatibles con trastornos no diagnosticados. El ambiente en la casa presidencial se volvió irrespirable, con empleados temiendo sus arrebatos de ira cada vez más frecuentes.

La estrategia de comunicación digital, otrora su fortaleza, se convirtió en su perdición. Sus publicaciones mostraron desorganización mental: mensajes contradictorios a altas horas de la madrugada y ataques personales que alejaron a sus seguidores más leales.

El aislamiento internacional se profundizó con sanciones por espionaje ilegal a periodistas. Hasta aliados tradicionales comenzaron a verlo como un riesgo para la estabilidad regional. Su gobierno dejó de funcionar como una institución coherente.

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Decisiones irracionales, como purgas masivas en ministerios y cancelaciones arbitrarias de eventos, alienaron a su propio partido. La estructura autoritaria que construyó hizo imposible cualquier control interno o sugerencia de moderación.

La tragedia personal de Bukele refleja los peligros del poder concentrado en democracias con frágiles contrapesos. Su velocidad de ascenso no fue acompañada por la maduración institucional necesaria para ejercer el poder de forma constructiva.

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Su legado inmediato está marcado por contradicciones profundas. Logró una reducción dramática de la violencia homicida, transformando la vida cotidiana de millones. Sin embargo, este éxito tuvo un costo devastador en derechos humanos y el estado de derecho.

La modernización de infraestructura creó una imagen de progreso, pero fue financiada con endeudamiento insostenible y opacidad. La polarización social que generó su gobierno será uno de los obstáculos más difíciles de superar para el país.

El colapso marca el fin de uno de los experimentos políticos más audaces de la región. El pueblo salvadoreño enfrenta ahora la titánica tarea de reconstruir su democracia después de años de erosión institucional y división social.

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Las imágenes de un Bukele aislado y deteriorado quedarán como testimonio de cómo el poder absoluto destruye a quienes lo ejercen sin límites. El futuro de El Salvador dependerá de aprender de esta experiencia traumática.

La lección trasciende fronteras: es una advertencia sobre los costos de depositar fe ciega en mesías políticos sin exigir las salvaguardas institucionales que protegen tanto a los ciudadanos como a los propios líderes. La verdad, por cruda que sea, finalmente salió a la luz.