En un episodio que parece sacado de una telenovela de alto perfil, Juan Soto volvió a ser tendencia, pero esta vez lejos del diamante. En este relato dramatizado con elementos de ficción, la superestrella dominicana habría llegado en su Lamborghini Urus nada menos que a la mansión de David Ortiz en Miami, no para hablar de béisbol, sino para hacer una confesión que sacudió a todos: su interés sentimental por la hija mayor de Big Papi, de apenas 23 años.

La escena, descrita como tensa y cargada de simbolismo, habría contado con la presencia de Edwin Encarnación, quien actuó como puente entre generaciones y como garante del encuentro. Según esta versión amplificada, Soto no llegó improvisando: llegó con respeto, nervios visibles y una intención clara de pedir permiso y bendición, consciente de que estaba frente a uno de los padres más protectores del béisbol dominicano.
Y entonces llegó el momento que nadie esperaba. David Ortiz, serio pero directo, habría escuchado con atención antes de soltar una frase que cayó como un rayo: si quieres estar con mi hija, tienes que casarte. Sin rodeos, sin medias tintas. Un ultimátum que dejó a Soto —según cuentan— sorprendido, pero también decidido a no dar marcha atrás. Para muchos, ese instante marcó un antes y un después en la vida personal del joven pelotero.

Las redes sociales explotaron en cuestión de minutos. Fanáticos divididos entre el asombro, la emoción y el escepticismo comenzaron a debatir si esta historia terminará en altar o en silencio. Videos, rumores y teorías se multiplicaron, mientras cada gesto de Soto y cada reacción de Ortiz eran analizados al detalle.
En esta narrativa donde se mezclan romance, poder, tradición y béisbol, una cosa queda clara: Juan Soto no solo enfrenta lanzadores de Grandes Ligas, ahora enfrenta la prueba más dura de todas… el visto bueno de Big Papi.
Y si algo ha quedado demostrado, es que esta historia apenas comienza y promete mucho más que un simple juego de amor.